Artículo publicado en la Universidad Internacional de Valencia.
Conocer el futuro y reducir el grado de incertidumbre es algo que preocupa a los directivos de empresa. Pero no solo a ellos, también a los directivos de las organizaciones políticas les preocupa saber qué sucederá a largo plazo en su partido. Por ejemplo, en Estados Unidos las encuestas han sido sometidas a exhaustivas apreciaciones académicas tanto de sus métodos como de sus resultados (Voos, Gellman y King 1996; Traugott, 2011) y en el caso español han sido revisadas en algunas ocasiones, poniendo la mayor parte de la atención en los pronósticos de escaños (Delicado y Udina 2001; Caballé, Grima y Marcos-Almagro 2013).
Cuando se acercan las elecciones es importante el número de sondeos electorales publicados por los distintos medios de comunicación, agencias especializadas o partidos políticos. Sin embargo, en muchas ocasiones, lo que señalan las encuestas no acaba coincidiendo con la realidad.
Tanto es así que los estrepitosos fracasos de las encuestas a la hora de prever las victorias del Brexit en Gran Bretaña, de Donald Trump en Estados Unidos o del conservador François Fillon en las primarias conservadoras francesas han puesto en tela de juicio tanto la fiabilidad de estas consultas como su uso periodístico. ¿Cómo es posible que con la gran cantidad de dinero que se invierte por parte de todas estas organizaciones no se consiga acertar?
Existen diferentes aspectos que explican el motivo por lo que las encuestas suelen errar. Y digo “suelen” porque lo normal es que fallen, aunque nos sintamos más cómodos olvidando que sí lo hacen. Únicamente hay que acudir a las hemerotecas y comprobar que así es.
Algunos de los elementos que podrían contribuir al sesgo entre la predicción y el resultado son los siguientes:
Personalmente, conozco más de un caso en el que algún dirigente ha requerido del refuerzo mental y la tranquilidad de que el resultado electoral le va a ser favorable. En mi opinión, las encuestas pueden generar un doble problema: el primero, que el resultado sea negativo y deprima a tus acólitos para el desarrollo de una buena campaña que movilice a los electores; y el segundo, que el resultado sea bueno, y se contribuya a una menor movilización del electorado.
Lo recomendable es interpretarlas con cautela y no caer en una falsa espiral de euforia o pesimismo. Por mi parte, considero que, frente al sondeo electoral, es preferible realizar con tiempo diferentes tipos de investigación social que nos permitan planificar acciones de marketing político segmentadas y orientadas a distintos grupos de votantes conforme a sus necesidades y problemáticas concretas. Paradójicamente, esto resulta más económico y, a la vez, si está bien desarrollado, más efectivo.
PhD en Marketing. Profesor del MBA y colaborador del Grado en la Universidad Internacional de Valencia (VIU)
Referencias
Caballé, A.; Pere, G. y Almagro, L. M. (2013). ¿Aciertan los sondeos electorales? Análisis sobre la bondad de predicción de los sondeos electorales publicados en la prensa. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 141 25-46.
Delicado, P. y Udina, F. (2001). ¿Cómo y cuánto fallan los sondeos electorales? Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 96: 123-150.
Mateos, A., & Penadés, A. (2013). Las encuestas electorales en la prensa escrita (2008-2011). Errores, sesgos y transparencia. Metodología de Encuestas, 15, 99-119.
Pavía, J. M., & Larraz, B. (2012). Sesgo de no-respuesta y modelos de superpoblación en encuestas electorales/Nonresponse Bias and Superpopulation Models in Electoral Polls. Reis, 121-149.
Traugott, M. (2011). The Accuracy of Opinion Polling and its Relation to its Future. The Oxford Handbook of American Public Opinion and the Media. Oxford University Press.
Voss, S. D,; Gelman, A. y King, G. (1995). Pre-Election Survey Methodology: Details From Nine Polling Organizations, 1988 and 1992. Public Opinion Quarterly, 59: 98–132.